domingo, 19 de octubre de 2014

A veces cuesta amar


 

El mar acariciaba las rocas de la playa y Alfredo estaba allí, mirando el horizonte, sus pensamientos estaban puestos en aquella hermosa mujer que lo había seducido.

Dicen que cuando un hombre se enamora, se torna nostálgico, sonríe a cada rato, aun sin motivos y se torna mucho más agradable en el trato.
Sus compañeros estaban felices y él también. Había dejado de ser ese compañero mal humorado para convertirse en una persona magnífica. Todos sabían que ese cambio se lo debía a la nueva directora de la empresa donde trabajaba. Gladys era muy elegante, eficiente y cordial. Quién no se enamoraría de alguien así...expresaba algo celosa Fabiana, su compañera de oficina. Ella había amado en silencio mucho tiempo a Alfredo, pero ese silencio hizo que un día lo perdiera...

La vida es así, que le voy a hacer...quedaré solterona, pensaba mientras los veía sonreírse y caminar juntos tomados de la mano rumbo a la oficina.


La magia dicen que dura poco, pronto el mago comienza un nuevo truco y un día la
directora anunció que se marchaba de la empresa. Viajaría con su propietario rumbo a Venezuela, donde había comprado una compañía. Según sus palabras sería allí la administradora, triplicando su sueldo y estaría más cerca de Las Vegas, el lugar donde deseaba ir a vivir, un lugar lleno de magia, luz y vida. Nos decía

¡¡¡Alfredo encontrará una buena chica!!! Pobre, él es tan falto de iniciativa que seguramente terminará su carrera como empleado administrativo, yo...no puedo darme el lujo de casarme con una persona tan conformista. Si lo ven, díganle que le deje saludos, un beso para todos, chauuuu...

La miraron marchar sus compañeros, con un poco de envidia, ella sí que la tiene clara murmuró el cadete Santiago, mientras le llevaba un café a la oficina de Alfredo, que desde ese día dejo de caminar por la Costanera...
Narrativa del libro Semillas para el Alma, de Nestor O Salgado, escritor de Argentina

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